Nací el 8 de Agosto de 1977, la organización terrorista ETA nació prácticamente 20 años antes, y hoy aún, a mis 36 años, sigue existiendo. Es por tanto la mía, como la de todos españoles menores de 60 años, una vida cargada de ETA.
De niño, en las conversaciones de mis padres mientras tomaban un café con sus amigos y que yo escuchaba sin entender muy bien si aquella ETA a la que se referían era algo bueno o algo malo… Si unos hablaban parecían los buenos… Si lo hacían otros eran los malos… y yo no podía entender aquella palabra: ETA.
En la adolescencia, ya con un pensamiento socio-político algo más desarrollado, lo justo para ser un adolescente, observaba el mundo que me rodeaba, en aquel momento el instituto, y que estaba cargado de ETA: organizaciones juveniles, paros estudiantiles en pro del acercamiento de presos… ,y sobre todo, los muertos.
Es allí donde para mí, la relación entre ETA y la muerte, entre ETA y la fractura ciudadana quedó absolutamente clara. Es allí, en aquellos tiempos de lucha por la paz, en aquel micromundo que era mi instituto, donde entendí que no se puede callar siempre, que no se puede tener miedo todo el tiempo, que hay que gritar alto y claro que ninguna idea justifica la muerte de nadie. Es allí, donde se comenzó a fraguar Los Justos.
Fue hace 10 años y 3 meses, cuando comencé a trabajar en el concreto de la obra de Camus, sobre todo porque era un tema que, por desgracia, me había acompañado toda la vida. Comencé ese trabajo por la necesidad de hablar claramente sobre ETA y contra ETA, sin silencios, sin miedos, sin complejos.
Creo que Jose. A. Pérez y yo hemos logrado una versión en la que logra ese objetivo: vencer al miedo, vencer al silencio. Hemos intentado explicar, para explicárnoslo a nosotros mismos, qué es lo que lleva a un ser humano a matar a otro amparándose en un ideal de justicia. De qué manera se puede llegar a semejante paradoja.
Todo el equipo que ha hecho posible este proyecto ha encontrado respuestas y nuevas preguntas, pero en el fondo de todo, yo he encontrado una verdad que me acompañará el resto de mi vida: la justicia es una idea, no existe en sí misma, y su sentido puede ser modificado a voluntad de cada individuo…la muerte, sin embargo, es un hecho innegable y común a todos nosotros. Por tanto, una idea jamás podrá estar por encima de una vida.
Javier Hernández-Simón
Director de escena